Feminismo y porteo
FEMINISMO Y PORTEO
Toda
la vida escuchando los mismos mensajes. Está genial ser como un tío. Muchas
mujeres juntas, mal, mal rollo, problemas, chismes. No se trabaja bien donde
hay mujeres. Tú molas, no eres como las demás.
Toda
la vida mamando y creyendo en eso hasta que al convertirme en maestra, descubrí
que no. Que las mujeres juntas son una fuerza maravillosa. Que lo genial no es
ser como un tío. Que trabajamos bien.
¿Y
al convertirme en madre? Mejor. Comunidad. Sororidad. Mucha más fuerza. Como
nos entendemos nostras, nadie puede.
¿Y
qué más? Porteo. Mucho porteo. La palabra tabú, feminismo, colándose por todas
partes. Gafas violetas, que nunca más te puedes quitar.
El feminismo tal y como yo lo entiendo no pasa por hacer las
mismas cosas que los hombres, ni convertirnos en lo que ellos son. Para mí (y
para muchas otras, por suerte), se trata de tener las mismas oportunidades y no
sufrir una violencia sistematizada. Siendo quienes somos cada una, cada uno. Y
eso pasa irremediablemente por devolverle el valor a la feminidad. Devolver la
dignidad a todo aquello femenino. A los cuidados. A la biología. A las
diferencias.
Devolver la dignidad a lo femenino implica reivindicarlo.
Reclamarlo como nuestro, como maravilloso, como imprescindible. Y ahí es donde
necesitamos visibilizar. La libertad real pasa por aparcar luchas maquillaje
sí, maquillaje no, tacones sí, tacones no, teta sí, teta no, hijes sí, hijes
no. Visibilizar todas las opciones como válidas.
Para que la sociedad de mañana sea feminista y nuestres hijes
tengan derecho a una vida con igualdad de derechos, necesitamos ser feministas
hoy y criar niñes feministas. Criar en igualdad es lo único que puede crear una
sociedad igualitaria.
Como con la fruta, el feminismo es cuestión de ejemplo. Criar en
igualdad implica destruir los estereotipos con los que cargamos a les niñes
incluso antes de nacer. Dejar de comprar carritos para unas y camiones para
otros, disfraces de bombero ellos y de princesa para ellas. Dejar a su alcance
TODO. Ser conscientes de que jugar a muñecas o a superhéroes no es exclusivo de
nadie según sus genitales. Cuando intentamos esto es cuando vemos que es más
fácil dejar que una niña se corte el pelo y juegue con coches que dejar que un
niño se pinte las uñas y tenga una bici rosa. ¿Por qué? Porque lo considerado
femenino está devaluado. Es aquí donde el porteo nos permite reclamar nuestra
parte. Reivindicar lo femenino como necesario. Si logramos que los cuidados
estén en el centro, podremos visibilizar y feminizar todo. Un niño porteando a
su muñeco deja de ser algo que chirría y pasa a ser un niño jugando a ser
padre, educador, cuidador.
En la foto, mi hijo, varón, con una coleta que él ha pedido y un pañuelo de colores para portear a su muñeca. Siempre lo confunden con una niña. Le da bastante igual.
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El porteo es algo que heredamos de nuestras antepasadas. Algo que
debemos recuperar y cuidar. Algo que podemos compartir. Parir y lactar es
nuestro. Portear es distinto, podemos traspasar barreras con el porteo. Podemos
compartir cuidados. Podemos generar vínculos emocionales sanos entre los
hombres y les niñes. Padres y abuelos comprometidos con los cuidados generan
relaciones mucho más sanas con las criaturas y esa feminización de su mundo
emocional se traslada a otros ámbitos de la vida: compartir todas las tareas
que implican los cuidados, responsabilizarse de la parte más logística de la
familia, ya que la económica a día de hoy también está repartida.
Las madres debemos soportar la absoluta invisibilidad (más aún) ya
desde el embarazo. Un sistema patriarcal y despiadadamente capitalista que nos
trata con condescendencia, como si fuéramos una vasija procreadora que no sabe
ni qué le conviene ni puede decidir. Son demasiadas las mujeres que relatan la
violencia sufrida en modo de trato paternalista, sobremedicalización y prácticas
médicas injustificadas que jamás veremos sufrir a un hombre. Si la medicina en
general ya es patriarcal, una mujer embaraza comprueba esto multiplicado por
100.
Y empezando por empoderarnos en el embarazo, seguimos buscando un
parto respetado (el simple hecho de que debamos luchar esto ya es de análisis
sociológico) y una crianza… Bueno, aquí podríamos poner mil etiquetas, pero la
realidad es que al final a las madres nos critican por todo, de un lado, de
otro, hombres, otras mujeres, las generaciones más mayores, las más jóvenes… No
se nos ocurre hablar sobre la buena o mala elección de fulanito o menganita
sobre su nuevo coche, o sobre la decisión de adoptar un perro o sobre un viaje.
En cambio las madres vemos a todo el mundo juzgar lo que hacemos constantemente.
Pues es hora de marcar límites. De sentirnos cómodas en nuestro papel de mujer
y madre. De ser conscientes de que esa feminización que podemos visibilizar
compartiendo el porteo debe extenderse como una plaga.
Por otro lado el porteo nos conecta con una cantidad enorme de
mujeres. Reclamamos nuestros espacios y compartimos. Creamos comunidades en las
que confirmamos que nos timaron con los cuentos de lo que molaba ser un tío, de
lo malas que somos nosotras. Igual que reclamamos nuestro papel de brujas
relacionado con toda aquella que sabía de “cosas de mujeres”. Reclamamos esos
conceptos como positivos, nos los apropiamos y los defendemos, nos cuidamos
unas a otras y rompemos los preceptos de la maternidad solitaria que ha marcado
a tantas mujeres que la han transitado en profunda tristeza, pensado que
estaban solas y que eso era ser madre en una sociedad patriarcal capitalista. Aprendemos
a valorarnos, a hacernos valer y salimos a mostrarlo con una criatura enganchada
a nuestro cuerpo, sin renunciar a nada.
Se hace imprescindible reapropiarse de la maternidad en un sentido
feminista y liberador, rescatar la maternidad del patriarcado. Bajo el lema
feminista que dice que “lo personal es político” debemos reclamar que la
maternidad también lo es. Precisamente de luchar contra esa visión romántica de
la misma y reconocer el papel
fundamental que ha jugado y que juega la maternidad en la sociedad, otorgarle
el lugar que le corresponde.
Deberíamos romper con esa institución de
la maternidad, con la imposición de lo que debe ser, y
recuperarla sin idealizaciones para poder vivirla libremente, pero de verdad.
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Portear, así como lactar, se convierten así en actos casi
subversivos. El porteo visibiliza, empodera, permite ser, permite compartir,
permite liderar nuestra propia vivencia. Portear (a nuestres propies hijes y a
les de otres) nos devuelve una mirada femenina poderosa.
Taquilleitor
Cor&Cor
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