Entrevista en http://maternidades.es/


Mucho ha llovido desde mayo del 2018 pero aquí rescato la entrevista que me hicieron en Maternidades

Noelia García tiene una discapacidad del 65%, tras operarse la espalda por una grave escoliosis que le afecta desde niña. Soñaba con tener muchos hijos, aunque su lesión le impidiera parir con epidural o cogerlos en brazos durante más de 10 minutos. El parto natural en casa y el porteo ergonómico le han permitido alcanzar su sueño. Los dolores crónicos le impiden ejercer su adorado trabajo de maestra infantil y, mientras asume su nueva vida entre calmantes y antidepresivos, lucha por sentirse útil ayudando a otras madres en grupos de crianza virtual como asesora de porteo y activista del parto respetado.

Noelia García (Barcelona, 1982) tiene desde los 11 años una gran escoliosis que ha derivado en una discapacidad del 65%. “Mi columna es una gran S: ya no recuerdo cómo es la vida sin dolor”, reconoce. A los 29 años se sometió a una compleja operación de más de 20 horas en la que le atornillaron a cada vértebra unas barras de titanio para dejarle la espalda lo más recta posible, a cambio de perder parte de la movilidad.

Tras operarse la espalda por una gran escoliosis, Noelia sufre una discapacidad del 65%. «Si no fuese así, ¡yo tendría 5 hijos!»

Noelia y su marido son pareja desde el instituto y la maternidad siempre estuvo en sus planes. “Él quería dos hijos: yo, si no fuese por mi situación física, ¡tendría 5!”, asegura. Ella viene de un hogar donde se practicaba lo que ahora llaman crianza con apego. “En plena generación de los biberones mi madre nos dio pecho casi un año y dormíamos todos juntos con mis padres hasta que mi hermana y yo quisimos irnos a nuestro cuarto -recuerda-. A mí siempre me gustaron los niños y cuando empecé a trabajar como maestra infantil decidí definitivamente que quería tener muchos”.

Le aseguraron que la operación de espalda no le influiría para poder tener hijos, pero tardó más de 3 años en quedarse embarazada por primera vez. “Ya tenía hora para una inseminación artificial cuando por fin llegó el positivo -revela-. Creo que el dolor me provocaba una situación de estrés que no favorecía la concepción: empecé terapia psicológica y me quedé embarazada”.

«El dolor me provocaba estrés y tardé 3 años en quedarme embarazada: ya tenía hora para la inseminación artificial cuando lo conseguí»

Con el embarazo empezó a conocer sus nuevas limitaciones: la situación de su espalda no garantizaba que pudiera tener un parto vaginal, y si lo tenía debería ser sin epidural. Por eso, en casos como el suyo muchas mujeres optan por la cesárea programada. “Yo tuve suerte: tanto mi ginecóloga como mi traumatólogo confiaron mucho en mi cuerpo y me animaron a intentar el parto vaginal. El traumatólogo me advirtió que lo mejor para mí era moverme libremente durante el parto, y decidí que la mejor opción era parir en casa”.

Y así fue como, en la intimidad de su hogar, con el apoyo de la comadrona y de su pareja, Noelia vivió dos partos naturales en una bañera, algunos momentos de los cuales se observan en las imágenes de este post, donde también se aprecia la gran cicatriz de su espalda. “El dolor de los partos fue relativamente soportable pero mi pelvis actúa de forma distinta al de una persona normal -recuerda-. Fueron partos duros pero repetiría, de hecho si mi situación económica me lo permite me encantaría tener un tercer hijo y nacería en casa”.

«Los médicos confiaron en mí y evitaron la cesárea programada. Tuve dos partos en casa muy duros, y repetiría con un tercero»

La crianza trajo nuevos obstáculos para Noelia. “No puedo hacer cosas que hacen otras madres, como sentarme en el suelo a jugar o ir con ellos en bicicleta -lamenta-. Si cojo a mis hijos en brazos noto un dolor terrible, como si las barras de titanio se me fuesen a salir de la columna. Y si un día están malitos y los cojo en brazos más de lo normal, sé que al día siguiente me pasará factura…”.

Ha encontrado su solución: el porteo, es decir, llevar a sus hijos encima, con un fulard, mochila u otros portabebés ergonómicos. “El carro era una pesadilla porque me obligaba a agacharme a menudo cogerles en brazos cuando lloraban, plegarlo cada vez que subía en coche… El porteo me ha salvado la vida: reparte el peso en toda la espalda y, al portear a niños que van subiendo de peso progresivamente, la musculatura de la espalda se va fortaleciendo para adaptarse”, destaca.

«No puedo jugar en el suelo, ir en bici o coger a los niños en brazos más de 10 minutos: el porteo me ha salvado la vida»

Fisioterapeutas y osteópatas le dan la razón, pero a veces se ha sentido juzgada. “Sé que mucha gente se sorprende de que esté de baja laboral por problemas de espalda y, en cambio, vaya porteando a mis hijos. Lo que no imaginan es que quizá me he pasado la madrugada pinchándome Voltaren y vomitando por migraña por la carga de los cervicales… La gente juzga muy alegremente”.

Su entusiasmo le ha llevado a formarse como asesora de porteo y aconseja a otras madres a través de grupos virtuales de crianza como Cor&Cor, donde incluso graba junto a su hermana vídeos para enseñar a usar correctamente los portabebés. Su experiencia con el parto natural también le ha llevado a ser activista de Dona Llum (Asociación Catalana por un Parto Respetado) respondiendo a las dudas de otras madres en su grupo de Facebook. “Ahora que no puedo trabajar, ayudar a otras madres aunque sea a través de las redes sociales me ayuda a sentirme útil”, celebra.

«Ayudar a otras madres como asesora de porteo y como activista del parto respetado me hacen sentirme útil»

El día a día de Noelia está repleto de visitas médicas: fisioterapeuta, traumatólogo, psicólogo, psiquiatra. Necesita acostarse después de comer para poder aguantar el resto de la tarde con sus hijos. “Cuando recojo a mi hija en el parvulario me siento fatal, porque antes yo estaba en el lado de su profesora y adoraba mi trabajo”, lamenta. Actualmente toma antidepresivos. “Mi calidad de vida empeora cada año y me está costando mucho aceptar mi discapacidad y mis limitaciones”, reconoce. Pero su patología es socialmente invisible: por fuera la gente sólo ve una chica joven y sonriente. Nunca se queja en público. “Soy bastante orgullosa y siempre intento demostrar que estoy bien, aunque esté rechinando dientes de dolor esperando la próxima dosis de calmantes. Sólo se dan cuenta de la realidad si enseño una foto de mis radiografías”.

Sabe que año tras año su calidad de vida irá a peor. “Ahora mi reto es aceptar que esta es mi nueva vida, aceptar mis limitaciones y que puedo realizarme a nivel personal con temas de voluntariado que no impliquen presencia física”, subraya. La vida le ha dado limones… y Noelia ha hecho limonada. “He conocido personas en situación similar que se cortan las alas a sí mismos. Mi planteamiento es: Son las cartas q me han tocado vivir… ¡pues vamos a intentar jugarlas a tope!”






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