Ideas para convivir con el dolor
Me permito hoy traeros este artículo de la Vanguardia.
Gracias a universo18 por compartirlo en el foro
Gracias a universo18 por compartirlo en el foro
¿Tener cuentitis?
Hasta no hace mucho, los médicos pensaban que
el dolor debía corresponder con un problema mesurable y diagnosticable con
pruebas clínicas. Mario Gestoso recuerda que incluso en la facultad de Medicina
les enseñaban que si a una persona le dolía la espalda debía verse algo en la
radiografía. “Tenía que salir escoliosis, hernia discal, artrosis… algo. Y se
le hacían pruebas hasta dar con la causa del dolor”. Sin embargo, en ocasiones,
no daban con nada. “Entonces se le decía que era un cuentista, un exagerado, o
un quejica. Y aunque puede que hubiera algunos casos así, en general, esos
falsos mitos han hecho mucho daño a los pacientes con dolor crónico”, admite.
Eso es lo que le ha pasado toda la vida a
Lucía Soriano, una chica de 31 años, profesora y aficionada al deporte. “Mi
madre cuenta que desde que era bebé lloraba y me tocaba los tobillos y las
rodillas. Me han hecho decenas de pruebas y nunca ha salido nada. Que si eran
problemas de crecimiento, que si podía ser algún tipo de reuma, que si era
hiperlaxa, para al final acabar diciéndome que no tenía nada. Son dolores
fuertes, intensos, que me provocan incluso rigidez y hacen que no me pueda
mover. Te sientes como un bicho raro, como si te estuvieras inventando el
dolor. ‘Si no tienes nada, ¿por qué te duele?’ Es frustrante”. En muchos casos,
considera Gestoso, dolores relacionados con la espalda, las rodillas o los
tobillos tienen que ver con un excesivo sedentarismo. Eso hace que tengamos una
musculatura débil que no cumple su función y no protege la espalda ni las
articulaciones. “Antes se pensaba que cuando dolía algo lo mejor era el reposo.
Ahora sabemos que todo lo contrario, que hay que forzarse a hacer deporte”,
afirma. Pero también hay otro componente muy importante en el dolor, capaz de
aliviarlo o, por el contrario, de intensificarlo. Son las emociones.
Cuando duelen los sentimientos
El dolor crónico avanza de la mano de
emociones negativas, como la tristeza, la rabia, el enfado, que, a su vez,
incrementan el dolor. Se han llevado a cabo numerosos estudios para ver de qué
manera influye aquello que sentimos y pensamos en el sufrimiento y se ha visto
que hay pacientes a las que les diagnostican escoliosis, hernia discal o
lesiones como las de Marta Gutiérrez (citada al inicio de este reportaje) y
que, sin embargo, no sienten dolor. Otras, en cambio, no parecen tener nada
según los pruebas, pero viven en un estado de sufrimiento continuo. ¿Cuál es la
razón que explica tal diferencia?
Jenny Moix es profesora titular de psicología
de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y autora del manual Cara a cara
con tu dolor. Técnicas y estrategias para reducir el dolor crónico (Paidós).
Desde hace años, investiga las variables psicológicas implicadas en el proceso
del dolor y la efectividad de algunas técnicas para tratarlo cuando deviene
crónico. Para esta experta, “sentir más o menos dolor está relacionado con el
estrés. Las personas invadidas por las emociones negativas sufren mucho más”.
Aquello que pensamos y sentimos afecta a
nuestro organismo. Incluso en una enfermedad infecciosa ocasionada por un
virus, como un resfriado, influye en la mente. Las emociones repercuten
directamente en el sistema inmunitario, por eso aquellas personas que padecen
más estrés, ansiedad, tristeza, tienen inmunodepresión, lo que hace que sean
más proclives a enfermar.
Además, el estrés y la ansiedad pasan por
muchas de las vías nerviosas que transmiten el dolor, de manera que, señala
Jenny Moix, si estamos estresados, aunque sin quererlo, sensibilizamos las vías
conductoras del dolor, lo que nos hace mucho más vulnerables. Es más, cuando
experimentamos emociones negativas, los músculos se tensan y esa tensión
también provoca dolor. Y como sentimos dolor, tenemos emociones negativas y
así. Es realmente fácil caer en un círculo vicioso.
Por otra parte, cuando estamos sumidos en la
tristeza, o en la rabia, o en la ansiedad, tampoco tenemos fuerzas para llevar
a cabo el tratamiento que nos prescriben los médicos, como hacer deporte,
seguir una dieta adecuada, o realizar ejercicios de relajación. De hecho, se ha
comprobado que los enfermos con peor estado anímico tardan más en recuperarse.
De ahí que en algunos países, como por ejemplo Estados Unidos –y a diferencia
de España, donde la sanidad está altamente medicalizada–, el dolor crónico se
trata por equipos formados por médicos y también psicólogos.
Poniendo soluciones
Cuando sentimos dolor, suceden diversas
cosas. La primera es que el dolor capta toda nuestra atención y empieza a
adquirir protagonismo. Y eso acaba repercutiendo en nuestras emociones. “Las
zonas en que experimentamos el dolor en el cerebro están junto a aquellas que
procesan las emociones, como el miedo, la tristeza o el enfado. Se ha visto que
el dolor mantenido durante tiempo afecta a cómo nos sentimos emocionalmente”, explica
Andrés Martín, experto en mindfulness (algo así como tener la conciencia
plena), terapias de reducción del estrés y el dolor.
Es como si al dolor que sentimos, le fuéramos
sumando capas. “Dolor y emociones se relacionan en una doble forma. Por un lado,
el dolor afecta a las emociones, pero también como tú vivas esas emociones va a
afectar al dolor”, señala Constanza González, psicóloga clínica (Sentit.es).
“Si pienso cosas como ‘me voy a quedar así toda la vida, esto es lo peor que me
puede pasar, este dolor no me deja hacer nada, soy incapaz de hacer nada…’ voy
cargando al dolor con muchas cosas más, entonces me va a resulta difícil
convivir con él“.
“Es que te hundes psicológicamente”, confiesa
Marta Gutiérrez aquejada de lumbalgias. “Cuando tenía varias crisis seguidas,
no me podía ni levantar de la cama, tenía que anular todos los compromisos
sociales y entonces empiezas a pensar y entras en un bucle psicológico
destructivo, muy negativo. Como te duele, te frustras; como te frustras, te
duele más. Y de ahí no sales. Además –confiesa– empiezas a pensar que no vales
para nada, que todo lo haces mal”.
Meditar
Por eso, una de las terapias más efectivas y
que mejores resultados obtiene en pacientes aquejados por dolencias crónicas es
la psicológica. “Lo que nosotros sentimos es sufrimiento y en ese sufrimiento
está la sensación física pero también otras partes que tienen que ver con el
proceso asociado con el dolor”, explica Martín, que añade: “Se trata de
identificar todas esas piezas para que el dolor disminuya de intensidad. De
esta forma, las personas comienzan a ser más funcionales y a hacer cosas que
antes no podían”. Por ejemplo, algo tan trivial como volver a dar un paseo cada
tarde, para personas aquejadas de fibromialgia o reuma.
Una de las herramientas que permiten
identificar esos pensamientos negativos que amplifican el dolor es la
meditación y en concreto el mindfulness o atención plena (véase texto adjunto).
Se trata de una herramienta milenaria, que hunde sus raíces en el budismo y en
la filosofía zen, y que ha demostrado que es sumamente útil para manejar ese
cóctel en el que se mezclan dolor y estrés. Eso sí, es preciso que la persona
le dedique un tiempo y se aplique con disciplina. Mediante la conciencia plena,
la persona puede aprender a distinguir entre la sensación física y la emoción,
entre los efectos de la acción y los de la reacción.
También las técnicas de relajación son muy
efectivas. Jenny Moix (JennyMoix.com) imparte talleres sobre cómo lidiar con el
dolor crónico en algunos centros de atención primaria de Catalunya y una de las
primeras cosas que les enseña a los asistentes es a organizarse el tiempo. “En
los países subdesarrollados, donde la gente hace trabajos deslomadores, no les
duele la espalda. En Occidente, la lumbalgia está muy relacionada con el
estrés, con el hecho de que vamos todo el día con la lengua fuera. En los
talleres le enseñamos a la gente a destacar qué actividades son importantes
para ellos, y cuáles podría delegar o dejar de hacer. En ocasiones ves a señoras
de 70 años con lumbalgias que les irradian a las piernas y las hacen ir cojas y
que les planchan las camisas a sus nietos. Y eso no puede ser”, explica Moix.
Otra de las cosas que aprenden los asistentes
a estos talleres es a relajarse, porque así combaten el estrés, la ansiedad y
el dolor. La relajación tiene muchas ventajas terapéuticas: facilita la
distensión muscular, disminuye el dolor y proporciona una sensación mayor de
alivio. A menudo, incluso reduce la frecuencia cardiaca y la presión sanguínea con
la misma efectividad que un ansiolítico.
“Debemos entender y aceptar que el dolor es
parte de nosotros. No hay que luchar contra él, ni tampoco resignarnos –explica
Constanza González, psicóloga clínica–. Lo normal en la vida es que haya dolor,
físico y emocional, que vaya llegando y se vaya yendo. La enfermedad forma
parte de la vida, como la muerte, y si aprendemos a aceptarlo, ya le estamos
quitando mucho peso a ese dolor, y haciéndolo más pequeñito”. Y entonces es más
fácil convivir con él.
Que buen reportaje, gracias por compartirlo (en mi caso es bastante oportuno).
ResponderEliminarun abrazo!
Gracias por la mención, sabes que todo lo que pueda servirnos de ayuda es bienvenido. Ya sabes donde encontrarme en el foro o en mi blog
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