Las cosas buenas

Un trabajo que te permite olvidarte durante 8 horas de quién eres. De todo lo que no puedes hacer. De todo lo que te cuesta un imperio. Los niños lo curan todo.

Porque ellos no saben nada de ti, pero a la vez no hay nadie que te conozca mejor. Ellos te ven tan transparente que no tienes tiempo ni posibilidad de venirte abajo, de sentirte derrotada. Sólo entras por la puerta y eres tú, pero a la vez eres todo lo que quieres ser. Todas las cosas buenas que sabes que no eres pero ellos creen que sí. Te quieren más que tú misma y te ven más virtudes que defectos. Y eso que tú no puedes ni mirarte al espejo. Pero ellos no saben juzgar, sólo te aceptan con todo lo que traes en tu maleta. Ni siquiera lo entienden, pero eso es lo que hacen. Y es tu kit kat de 8 horas, en las que te olvidas un poco de que te cuesta agacharte. De que a veces te pesa tu propio bolso. De que levantas el brazo derecho ayudándole con el izquierdo. De que aprietas los dientes para no cojear por los pasillos. De que te automedicas para que el médico no te dé la paliza con coger la baja.

Y cuando llegas a casa sientes que no eres capaz ni de gestionar la cena, pero mañana será otro día y tendrás otro kit kat de 8 horas. Y volverás a hacer cosas que en realidad no deberías sólo por no pedir ayuda. Por no sentir y recordarte que la necesitas. Por no saber quién eres o no querer saberlo.

Ahogarse en un vaso de agua, cuando en realidad hay gente con problemas mucho peores, más difíciles, y que afrontan con mucha más valentía y entereza que tú. Pero es mi vaso de agua y hoy quiero agradecer el salvavidas a Les Bruixes y a Las Putis, sobre todo. A parte de al santo varón que me soporta a diario.

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